La resilencia. Heridas que no se barren,

Las heridas no se barren. No fueron creadas para ser barridas. Las heridas son agujeros de vida, que supuran por siempre en nuestro cuerpo para ser sentidas. Si las tratamos bien, son enlaces que nos sirven para empatizar con los demás. Porque a veces tratamos de ayudar al otro desde nuestro dolor, porque todos somos pozos diferentes pero al fin y al cabo estamos atravesados por la misma corriente de agua. Las heridas nunca se cierran, quedan supurando su jugo de dolor, como si aquello que nos afectó fuese todavía un gran volcán erupcionando sus cáscaras de pasado. Las heridas no están hechas para sumergirse en ellas, pero si quedan ahí, por siempre, de vez en cuando hay que ir a visitarlas. A darles una mano, a preguntarles que sienten, a acariciarlas, a preguntarle a la herida si le duele, a no apretarla, ni taparla con un paño. Porque si a nosotros nos duele la herida ¿A la herida, que le queda que es la esencia del dolor?. A la herida no hay que empañarla. Pero si limpiarla. Sacarle trozos de enojo y de resentimiento para que esté mas suave. Me dijeron que las heridas que sangran mucho no hay que limpiarlas con agua, porque ésto solo hace que no se forme el coágulo que frena la corriente. Y bueno, que se forme el coágulo, que se fusionen los trozos de la herida, que se conozcan y se amiguen entre ellos, que se pongan de acuerdo todas las partes del dolor. Que no se escapen.. Que se integren.
Depende de nosotros hacer que las heridas no se transformen en desechos, y transformarlas en reconstrucciones. Porque esos tajos, que para algunos pueden ser desórdenes, para otros pueden ser todo lo contrario..
Las heridas no se barren, pero para mí, ordenan.
Y creo que esto es la resilencia.

 Heridas que no se barren, pero que se necesita correrlas, ubicarlas a un costado para darle paso a lo que sigue.

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