Cuando las palabras se van por las ramas



Aquello que se despierta, teme volver a dormirse. Porque al despertar a la mirada le entra luz por la ventana. Porque la pesadilla no llegó alcanzarla. Porque al despertar, algo toca su jaula con la boca abierta.  Se topa con el frio de la realidad. Y con el calor abierto, con el ardor despierto de un sin fin de notas que deambulan de aquí para alla dejando desprendido el cuerpo en un movimiento que se parte solo. ¿Hasta donde nos debemos partir? ¿Para sentirnos enteros?Una vez ya despiertos, ¿Hasta donde habremos de despertar? Nuestros ojos se encienden como cigarras que silvan una melodía de vida, que bailan el dolor. La mirada está abierta. ¿Y yo? ¿ Y yo como lo estoy? ¿Yo como miro mi mirada? Si está oculta tras mis ojos. ¿Y yo? Sico aquí silvando como si fuese una hoja de viento que se atraganta en el medio de una rama por miedo a pisar. Pero estoy despierta. Miles de hojas tiemblan cada otoño por miedo a caer. Miles de ramas se quiebran cada invierno para impedir que las hojas se sigan apretujando en sus brazos.. Pero asi y todo, con temblores de vida, y quebraduras de dolores de madera, hay vida. Que se entretiene con el soplo del viento. Que siente el desprender de una tormenta cuando está en camino... Más allá de toda tristeza, algo nos dice cada día bienvenidos. Nos saluda el latir de la existencia, esa existencia que muchas veces la miramos de reojo porque una confrontación podría dejarnos arriba de una rama  como una hoja latiente que se arruga sola abrazandose a una rama. Si me tapé la mirada, es porque alguna vez hubo frío en mis ojos. Si me aferro a un árbol, es porque alguna vez me sentí hoja seca. A veces me traspasa el silencio, y quedo del otro lado de la realidad. Estoy aquí, estoy allá. Miles de mi, por todas partes. Desbordes frágiles infinitos sintiendo todo mi alrededor.
Aquí estoy,
Yo,
Con la vida.
Siendo.

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