Después de dormir




Los dedos de la vida,
Se me movían sólos,
Cuando intentaba agarrar
Todo aquello que quería ser.

El miedo era como un niño,
En una hamaca rota,
Intentando volar sentado.
A veces rasguñaba el cielo,
Con las manos,
Y otras desgarraba el aire,
Cortándome las cadenas
De la libertad.

Una tarde rota,
En todos sus sentidos,
Vuela demasiado prisa,
Queriendo deshacer sueños,
Envenenados en el medio del camino.

Hoy los latidos no se esconden,
Y yo me siento entera,
El dolor es aire,
El tiempo no está en su marea,
Aún sintiéndome frágil,
¡Puedo caminar!.
Y me quedo aquí,
En el desliz de la vida,
Alrededor de mi lápida
¡Vacía!
Intentando bailar con mi alma,
Una melodía viviente.

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