Cuando lo onírico toca la realidad

Soñar
Soñar en irse de un lado, de noche, a oscuras, dar vueltas de aquí para allá.
Revolear, Revolear unos auriculares. ¿Algo me dice de no querer escuchar más? Los ciclos no se terminan, se reciclan en el aire. Se transforman en nuevos momentos. En nuevos episodios. En nuevos presentes.
No recuerdo como bajaba las escaleras, pero sé que los auriculares los revoleaba en el aire. Hacia arriba.
Bajaba, bajaba, hasta llegar a la puerta. No la podía cerrar. Hacía na fuerza casi omnipotente, intentaba una y y otra vez, pero parecía de goma. Temía romper el vidrio. Al final, la pude cerrar y la pequeña ventanita de vidrio quedaba abierta, como diciendo "te espero", aquí todavía hay lugar. Este lugar te da de nuestro aire para respirar.
Y una grata sorpresa. El cielo.. Oscuro. De noche. Sombras en la calle. Desierto de melancolía por todos lados. Nada más. Calles diferentes, y una parada de ómnibus que ya no estaba. Inconcientemente, me tomo otro colectivo, y me voy hacia otro lado. Al bajarme una chica me hace recorrer una feria, y me presenta a su hijo. Me cuenta una historia. El niño sufrió, y ella también.Me emociono. Y le digo, "todas las cosas pasan por algo" No es al azar este encuentro.
El sueño termina con una señora que estaba aburrida de su pelo, y yo le daba muchos sombreros y pelucas para que se entretenga.
Cuesta, separarse. El apego emocional se integra tan dentro de nuestra alma que se con-funde con nuestro propio ser. Y cuando algo de lo que estamos acostumbrados, desaparece. Nos sentimos agujereados. Pero es necesario dejar un poco de vacío para poder incrustrar cosas nuevas. Y crecer.
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