El árbol y yo

Hoy me sentí un poco árbol. Sentí lo que se siente estar enraizado con los suelos que nos tocan pisar. Me sentí como un árbol al tomar conciencia de su piel. Nunca había tocado un árbol tan detalladamente. Tan concientemente. Tan perceptivamente. Tan sentido. Sus capas de madera arrugadas se asemejaban a una piel sufrida. Experimentada. Nunca había acariciado a un árbol en mi vida. Y lo más esceptico, si se quiere decir, es que sentí que el árbol me agradecía su caricia. Me agradecía por haberle prestado atención. Yo lo vi, lo acaricié y me sostuve en el árbol. Nos sostuvimos juntos. Me fusioné. Me sentí vibrar un poco más. Sentí nacerme. Sentí que todos lo ven como un ínfimo detalle en medio del camino. Sentí que nadie lo siente. Sentí que estaba simplemente ocupando un espacio, en medio de esta gran ciudad. Y me reflejé en el árbol. Que crece hacia arriba, pero se enraiza hacia abajo. Es un proceso mutuo. Expandir sus ramas a consecuencia de fundirse cada vez más con el suelo. Con la profundidad. Expandirse al mismo tiempo que nos profundizamos. Es un tirón constante. Una fuerza enérgica que tira para uno u otro lado. Es que eso somos, árboles. Necesitamos seguir brotando nuestras propias raices todo el tiempo, y esto no es sin el crecimiento de aquello interior. Para extendernos, hay que interiorizarnos en nosotros mismos. El árbol pertenece a un espacio, pero también "ES". Con su vibración tán estática, no deja nunca de producir energía. Es una inmovilización enérgica. A mi me transmite paz. En medio de esta gran ciudad. Apoyo mi cabeza en el árbol mientras miro como cambia de color el semáforo. Como se entremezcla una realidad natural, detallada y perfecta, entre medio de la multitud de gente, de autos, de ruidos. De repente.. siento un cosquilleo en todo el cuerpo. Alguien me está empujando para invitarme a subir al colectivo. Y el árbol otra vez se queda sólo. Yo también. Pero creamos una caricia que no tiene nombre. Y no tiene fuerza alguna que la borre. Nos fusionamos en una caricia y vimos pasar la vida, roseandonos, reflejandonos.. en medio de esa gran avenida de Buenos Aires ¿Quien se podrá imaginar hasta donde vuela la mente de una persona ? ¿Uno mismo?. Creo que ni uno mismo .La imaginación y la creatividad se hacen eternas. En cierto punto, infinitas. No hay una distancia posible para poderla medir.-
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